jueves, 14 de enero de 2010

Cuando era chico era campeón del mundo

Por el Mariscal Boldini

Sí, con 6 años era campeón del mundo.

Hace poco hablando con una amigo, descubrí esa gran verdad. Tenía lo mejor que un niño puede tener respecto del fútbol. Mi equipo era el mejor del mundo.

El pecho del niño se agranda y busca lucir los colores de la camiseta con la grandeza que estos mismos exigen. Se les nota al verlos caminar con sus padres de la mano por la calle. Con paso seguro y mentón levantado. La descripción está de más, porque probablemente todos lo hayamos vivido de una manera u otra.

Lo cierto es que yo nací en el 81 y tengo un vago recuerdo de México 86. La sombra que se dibuja junto al circulo central en el medio del estadio Azteca (nombre que aprendí mucho más acá), es uno de ellos. Era la sombra de una bola con pinches y yo creía que era una palmera, así de niño era. Y así de fantástico e irreal era México para mí, podían habitar palmeras, haber negros o ser tan sólo una selva. Sin embargo tengo un recuerdo claro de estar frente a la televisión viendo la final contra los alemanes. Estaba orgulloso que ese gol fuese de Burruchaga (rojo mi corazón, era mi ídolo y lo fue mucho tiempo, más que Bochini).

A lo que voy: es el ideal de todo niño, sólo que el niño no tiene conciencia de eso (ni recuerdo de mundiales anteriores) y siente que esa felicidad, ser campeón del mundo, para colmo es NORMAL.

Por si fuera poco, en el 90 llegamos a la final. Maradona, Goyco y el Cani, nuestros ídolos. ¿Cómo no íbamos a salir campeones? Un niño no entiende de táctica. Y recién mucho tiempo después vi -descubrí que nuestro equipo era bastante bastante malo. Igualmente hice un pequeño cartelito después de que perdimos la final en el que anoté el nombre de cada jugador del plantel y puse “gracias”. No sé porque lo hice, mi viejo no era fanático futbolero si bien se jacta de haber sido un buen cinco tapón. Era el modo en el que toda esa pasión –el sentimiento del hincha- se manifestaba en un niño de 9 años.

Recuerdo también que esa tarde después de la derrota salí a andar en bici con mi mejor amigo. Desde un balcón una nena nos miraba feo y hacía burla. Nos detuvimos un rato para insultarla. Mi insulto –que en ese momento me pareció no sólo genial, sino ideal- fue “alemana”. Que se le va hacer.

Y así crecí, creyendo en cada mundial que si no salíamos campeones, pegaba en el palo.

Para colmo el 94 me siguió la corriente. Estábamos para matar. Esta vez los ídolos eran Maradona, el Bati, Cani y el Cholo (algunos agregarían a Redondo, yo no). Goleada a Grecia, hermoso 2 a 1 a Nigeria, con dos de Cani y luego el final. Maradona afuera. La versión oficial dirá que nos robaron. Hoy no sé si fue tan así.

Debí haber previsto algo con el 0-5 con Colombia previo al mundial. Algo había terminado. Ya no éramos los mejores.

Me gustaba Pasarella. Bancó a muchos chicos jóvenes que después integrarían la selección durante casi 10 años. Hizo un mundial muy correcto. Le ganamos a Inglaterra en octavos y nos dejó a fuera un equipazo al que le hicimos partido, como era la Holanda de Kluivert y cia.

En el 2002 me enojé. Ya tenía 21. Fue un mundial de mierda. Gano un Brasil feo y su rival era una Alemania más fea todavía. Era difícil encontrar quien juegue bien. Alguien por quien sentir un cariño futbolístico, alguien que representase lo que uno espera del fútbol y que los periodistas sólo mencionan cuando les conviene.

Lo que tienen los campeones esa mezcla de buen juego y huevo, que al hincha le llega de modo empático y que más allá de tanta hipocresía se aplaude o se repugna.

¿El 2006? Seguía enojado. Soy un tipo un poco jodido. No pude entender que se lo mantuviese a Bielsa después de aquel papelón. Como no puedo entender a los que lo defienden. No miré las olimpiadas que ganó jugando realmente bárbaro. Las vi recién este año (2009) y debí reconocer lo bien que jugaba aquel equipo. Aún así hay cosas que no se perdonan y los 2002 es una de ellas.

Del 2006 rescato a Tevez y su hambre voraz de gol. A Mascherano. El gol de Maxi Rodríguez y no mucho más. El pato nos cagó –una vez más Alemania- y le dijimos adiós al mundial. Quedaría el capítulo final de Zidane y su decisión de ganarse l a inmortalidad por la puerta lateral.

Pero como supondrán, yo ya era más grande, lo soy, y ya no estaba tan seguro de ser campeón del mundo.

miércoles, 6 de enero de 2010

La angustia

por Pechito Gontán

14 de Octubre de 2009.
Estadio Centenario - Montevideo - Republica Oriental del Uruguay.

Faltan unos minutos para el comienzo del partido, que se hacen eternos. Me acomodo en el sillón gastado del living, incapaz de controlar el miedo, intentando negar calculos pesimistas.
Mi mujer, Chicha, me prepara un vermouth en la cocina. Hace rato se mueve nerviosa, sin detenerse, por cada rincón de la casa.
Ahi voy!, me grita, justo cuando el referi llama a los capitanes al circulo central. Se que esta mintiendo, que no va a venir, que no se anima a enfrentarse a la TV, que tiene aun mas miedo que yo, lo cual ya es mucho decir.
Su miedo, el mio, y el de millones de inocentes víctimas frente a la misma imagen televisada, tiene cierto sustento: Argentina esta jugandose, en esos proximos noventa minutos, su verguenza de equipo grande. Todo puede pasar, los pronosticos ya no aplican, la teoria analizada por millones de tecnicos se esfuma, dejando paso al silencio mas absoluto. La multitud deja de opinar y espera agazapada.
El pasaje al mundial ahi nomas, y al mismo tiempo tan lejos.
Pitazo inicial, el fin de la razon.
A los diez minutos del primer tiempo, Chicha se me sienta al lado. Apoya el vaso en la mesa casi temblando, esquivandole la mirada a la pantalla.
El caos, la incertidumbre.
Palermo esta en el banco, pienso, sintiendome ridiculamente optimista, con cierta obstinacion bostera.
En silencio abrazo a mi mujer, que a esta altura es una bola de nervios silenciosa. Y ademas es hincha de Huracán. Ya sufrió demasiado este 2009, le va a hacer mal todo esto, pienso sin dejar de mirar la pantalla.
La camara se detiene, una vez mas, en el gesto desesperado del Diego, casi identico al que veo en la expresion de angustia de mi mujer.
Avanza Uruguay.
Bilardo asoma desde el túnel, desesperado.
No jugamos a nada.
Me aferro a la esperanza, comienzo a creer de nuevo en que existe un dios.
Chicha me aprieta el brazo con violencia.
La pelota se va al lateral. Saca Argentina.
"Calma, Chicha", le digo al oído a esta mujer desesperada.
Y ahi vamos.