jueves, 23 de febrero de 2012

Noche



dedicado a Fede Muller

La enemistad con Brasil es grande. Sólo nos permitimos disfrutar a algunos de sus cracks al verlos en Europa y siempre con alguna puteada a regañadientes al recordarlos con la verde amárela. Ahora bien, hay ALGO que siempre han tenido.

Mi primer recuerdo consciente de este fenómeno, se vincula a mi viejo, contando divertidísimo en una cena que Edmundo, entonces contratación estrella de la Fiore, se había fugado de Italia y lo habían encontrado en medio del carnaval paulista! Uno de los últimos es la línea 0-800 que puso el Fluminense para que la gente llamase avisando si veía a Ronaldinho de joda en medio de la noche brazuca.

Ese amor por la joda, no puede más que generarme fascinación. Por algún motivo, lo siento muy distinto a ver al Ogro Fabbiani en medio de Esperanto. Hay algo de ese sentir; que -siempre mirándolo de afuera- me produce profundo respeto: es esa cuestión de considerar sagrado –como una emergencia familiar grave- LOS DIAS DE CARNAVAL.

Según la leyenda Bulgaria se queda afuera de la final del mundial 94 porque cuando vencieron el duelo de 4tos pasando a semis, festejaron de tal manera que llegaron a al choque con Italia hechos mierda de resaca y joda. Estoy convencido de que esa gente ya ha ganado algo. De lo que no se compra, ni se arregla al arbitro, para conseguirlo. Esa gente sabe algo. E intenta contarnoslo; pero no con palabras.

La última encarnación de ese espíritu fiestero me viene de otro ámbito. Boliche 5 AM, con un amigo en Bs. As. La noche ya no da para más. Propongo irnos. Fede me mira y responde bajito: Yo me quedaría un ratito más. Obviamente nos quedamos, pedimos algo para tomar, nos quedamos ahí moviéndonos poco y casi sin hablar. No me acuerdo cómo, ni porqué sucedió que la fiesta no había terminado. Siguió entrando gente. Cuando parecía que no pasaba nada, siguió habiendo movimiento y gente bailando. Al rato de estar ahí parado e incómodo, descubrí que ya no lo estás. No recuerdo el nombre de la chica –menos aún la cara, ni de que hablamos, ni nada (no es que estuviera tan borracho, es sólo lo que el tiempo se ocupó de borrar y lo que mantuvo nítido); pero lo cierto es que gané gracias a mi amigo, que seguía por ahí dando vuelas con su vaso, medio sonriente, medio en pedo.

Lo otro cierto es que esa noche aprendí algo; hay que saber esperar. Como con el olfato de gol, todo surge de una tozudez en principio estúpida e inexplicable. Que no es más que una convicción. A Fede no le gustaba demasiado el fútbol, sí la noche.

Vaya este post, entonces dedicado a todos aquellos a los que les gusta algo, sea la noche o la pelota, con un amor genuino. Ya que esa es la única manera de conseguir algo (o de mandarla a guardar).

A su mala salud!!!

viernes, 10 de febrero de 2012

Fuego Eterno


Como cuando uno está por llegar a un lugar donde lo espera una mina que le gusta, Como cuando nos estamos por encontrar con un amigo que hace tiempo que no vemos; (mientras veo al “Gordo” Nalbandian poner huevo y huevo en la puta Copa Davis) la ansiedad anida en mi estómago. Silencioso, expectante, mi cabeza tiene una cuenta regresiva en marcha desde hace ya varios días. Espera un pitido; al que indefectiblemente le seguirá el griterío de una hinchada. Y este juego tan hermoso y eterno volverá, de las cenizas, para atraparme -tal vez con más tristezas que alegrías; pero eso ya sabemos, no se elige.

Mientras palpito el comienzo, recuerdo como si fuera muy muy lejos, que he tenido ratos en mi vida en los que no seguía fecha a fecha lo que le pasaba al rojo y a los demás equipos. Siendo objetivo, el fútbol ocupa demasiado espacio en mi vida. Del mismo modo que en mi memoria.

Como tantas cosas que no son del todo saludables pero nos hacen bien, el fútbol es una obsesión hermosa. Pero no es sólo eso, es también un mundo, un tema de conversación, un universo de sentido, un cúmulo de códigos no escritos, chistes y un idioma indescifrablemente encriptado para los no iniciados. Por eso, es tan difícil ser hombre en la Argentina y que no te guste el fútbol.

Varios amigos me vienen a la cabeza. Buenísima gente que hace un esfuerzo por interiorizarse, que no se anima siquiera a referirse con desdén a eso que espontáneamente no lo atrapa. Y lo bien que hacen, porque todos sabemos que no hay nada más insoportable que el que te dice, “no, a mi el fútbol no me gusta” con gesto orgulloso.

Pero hay una instancia más, de este ritual maravilloso, con el paso del verano también vuelven los partidos que juego yo. Mi propio campeonato –en el que según un amigo vamos punteros cómodos-. Ese en el que tratamos a muerte, de no perder, partidos que no valen nada. En los que cada cual desnuda su temperamento –ya sea porque deja todo o porque no lo hace-. En el que rememoramos una semana entera jugadas memorables que sólo vimos 14 personas. Qué otra cosa, sino es un juego, y cómo eso podría no ser eterno.

Un último aviso: que se cuiden los rivales; los Reyes me trajeron botines nuevos -los de la foto-!!!