sábado, 14 de enero de 2012

Barcelona me tiene harto


Era hora de que alguien lo diga. Estuve pensando varios títulos para este post, pero creo que el de arriba es el más esclarecedor y significativo. Tanto es así, que voy a incluir datos de mi vida personal: trabajo en una librería. Hace unos días, entró a la misma un niño enfundado en una camiseta del Barsa –hay montones. En la librería hay a la venta mini libros de distintos clubes. El niño se entusiasmó con uno de Boca. A lo que la cajera, le preguntó de qué cuadro era. Y el niño respondió: de Boca y del Barcelona.

No es la intención caerle al niño. Recuerdo que la primera camiseta de un club extranjero que vi a montones fue la de la Fiore, con la 9 del Bati. Se vendía, incluso, truchada y todo. Sin embargo, nadie decía, soy hincha de la Fiorentina, y si lo decía era mirado por sus pares como un nabo. La televisión, el cable, los videojuegos; han hecho que uno pueda ver por ejemplo, como la descose Ginobilli en vivo, y “simpatizar” con equipos que no tienen nada que ver con uno. Ser HINCHA es muy distinto.

Y yo, sinceramente, debo decir frente al fanatismo popular, NO PUEDO SER HINCHA DEL BARCELONA y aunque Messi sea un fenómeno, no logra –y aparentemente, no logrará nunca- ser mi ídolo.

En la misma librería antes mencionada hay un libro que se llama “Cuando nunca perdíamos”, donde 15 giles de todo el mundo escriben odas de distinto talante y tenor sobre el Barsa.

Vuelvo al niño con la camiseta azulgrana. Seria lindo explicarle a un hijo que la relación con un equipo, no es que gana siempre. No es una inversión. Donde uno elije el que mejor paga. El que más chances tiene. No. Es un lazo, sentimental, que viene de la herencia, de la sangre, el destino o exageraciones por el estilo –y que yo creo, está más vinculado por sufrimiento que por el placer.

Chorearé una vez más a Sacheri. Dice en “El cuadro de Raulito”, que cuando uno llora por un club (en ese caso era Huracán) el lazo ya es inquebrantable.

Ver al Barsa me aburre –no es culpa del Barsa, ojo. Pero no llego a ver un partido entero. Me provoca cierta admiración táctica -cuando veo desde una cámara cenital como se ha hilvanado la jugada que terminó en gol. Pero verlos es como ir a ver Rambo, siempre gana el bueno. Y si algo hemos tenido, como identidad –y en ese sentido Maradona es símbolo- es que nunca dimos el perfil para “los buenos”.

En fin, nada me identifica. Y su infalibilidad no hace más que distanciarme. No tiene que ver con la técnica, tiene que ver con el sentimiento; el mismo que hubiese impedido que el Diego se quedara 5 años en ese equipo tan disciplinado. Él, ya hubiera, mandado a la mierda al Pep, y a esa manga de amanerados, como Fabregas (con su puto nombre, Cesc), Alexis Sánchez que siente se sacó la lotería, a Piqué y a Shakira. Quiero volver a hablar de gente como Maisterra, del Obelisco Pobersnik o del Tero Di Carlo. Quiero gritar un gol colgado del alambrado. Y si no, prefiero sacar ESPN, cambiar de canal y poner una peli, que de última, son más reales.