jueves, 12 de abril de 2012

Libertadores



La primera Libertadores que festejé fue en el 2000.

Por aquel entonces, iba a la cancha casi siempre, salvo algún que otro partido muy lejano de visitante.

Boca había empatado la primera final con Palmeiras, de local.

Era la época del 1 a 1, cuando viajar no costaba tanto.
Yo ya había decidido con un amigo, antes de aquel primer partido, viajar a Brasil para la revancha.

El asunto se suspendió después de aquel empate.
Era la época, también, en la cual resultaba casi imposible ganarle a un equipo brasilero de visitante.

Pocas veces en mi vida me arrepentí tanto de una decisión.

El asunto es que hoy, viendo a Boca jugando en Brasil, me acordé de aquel partido.
De como Román la descosió y se recibió de ídolo. Del penal de Bermúdez. De gritar hasta perder la voz.

Y volví a creer.

Mientras tanto, River le ganaba a Quilmes por la Copa Argentina.

No podría vivir sin esto.

Nada mas.

Nada menos.

domingo, 8 de abril de 2012

Justicia


No le deseo el mal a nadie, pero cuando algunos poderes son muy obscenos, sólo podés ponerte en la vereda de enfrente. Eso me pasó al ver el penal inexistente que le dan a River.

Una historia que ya vi mil veces. Cambiando de escenarios, predominantemente en la Boca o el Monumental.

Por eso, que Cavenaghi la haya tirado tan a la mierda, fue hermoso. Más incluso que el golazo de Atlanta. Del mismo modo disfruté cada partido que Silva (habilitado por la ventana) estuvo sin meterla. Obviamente la justicia no existe –ya lo sabemos- y en casi todos los mundos posibles Cavenaghi le hubiera roto el arco al bohemio y Silva sería el goleador del campeonato. Pero no pasó, y la injusticia se aplazó un rato. En el caso de River creo que está pagando lo que hace medio año fue un abuso, el 7 a 1 desmedido al pobre Atlanta.

Por último, con la fecha aún fresca hay un reclamo más de justicia, que el dios futbolero tiene sobre el escritorio. El hincha de Quilmes pide venganza por la traición de Mr Smoke Lombardi. Y desde una popular visitante de Tucumán gritaban sacados:

“ya vas a ver,
ya vas a ver,
a Quilmes jugando en primera,
al Cuervo jugando en la B”



sepan disculpar

martes, 3 de abril de 2012

Auto-superación


Desde los 90 –creo- tomó fuerza el concepto de la autoayuda. Esta cuestión, que viene en libros y videos que nos tira la posta, para desde nuestra casa comprendernos mejor a nosotros mismos, las leyes que rigen al mundo y lograr un éxito personal. Siempre tuvo mala prensa así que tampoco hay que volverse loco criticándolo.

Ayer, mientras me bañaba -dolorido por un partido perdido por segunda vez contra los mismos jóvenes y habilidosos rivales-, pensaba que eso que muchos buscan en la autoayuda el fútbol te lo da sólo y sin que se lo pidas.

Quien no ha perdido un partido de fútbol, no conoce sus limitaciones ni sus posibilidades. Quien no ha corrido una pelota larga sin llegar, no conoce la limitación de sus músculos o las virtudes del oficio. Ojo, nadie dice que sea agradable enterarse que uno no es tan bueno; o simplemente que apesta, pero al fútbol no le importa. Y te lo dice desde chico. Desde chico te relega al puesto de marcador lateral, si no sos muy bueno, o de arquero, o simplemente de espectador.

Mi vida con el fútbol fue bastante así. En salita de 5 del Fray Mamerto Esquiu había desafío contra la otra sala. Para mí era cosa seria. No recuerdo mucho del partido. Ganamos con un único gol de un niño llamado Federico, rubio y con el pelo corte “taza”. Yo si bien no conocía las posiciones, diría que jugué de 4. Ya arrancando en el secundario –sin haber estirado y sin darme el porte para marcador central; incursioné en una especie de lateral volante, un carrilero con algo de despliegue, muchas ganas y marca prolija. No muchas virtudes. Tuve que esperar hasta los 15 años para encontrar mi equipo. Un grupo de amigos, un tanto heterogéneo, en el que estaban un par de compañeros de escuela (el Colo y José) y algunos conocidos de ellos. Estaban a mi medida, era alguien en ese equipito de barrio. Jugaba de dos y cerraba siempre barriendo, ponía huevo, fue la primera satisfacción importante y gracias a dios duró bastante.

Mientras pensaba todo esto, se me cruzó por la cabeza que las mujeres nos hacen algo similar. Uno está largo tiempo tratando de encontrar "su equipo", de encontrar la forma de gustar, de jugar ese partido –mucho más difícil- que es ser interesante, “seductor” o lo que sea y a la vez no parecer demasiado desesperado o simplemente pelotudo. También me costó tiempo, pero no pienso contarlo -una goleada por post es suficiente.

Lo que quería rescatar es esa crueldad de la sinceridad que tiene la vida y el fútbol para con nosotros. Si sos malo te lo dice, si no llegás a la pelota larga también. Y te lo dice de mala manera; como la mina que te dice que no le interesás, da media vuelta y se va con una amiga.

De dónde viene tanta reflexión y autocrítica. El partido de ayer, replay del partido de la semana anterior. En el primer partido nos sorprendió el juego de estos pibes –no sólo hábiles, sino también tácticamente inteligentes- y nos comimos bajo la lluvia varios goles impiadosos. Un goleada fea, de la que si hubiera dirigentes de por medio, saldrían a hablar de vergüenza, orgullo y vaya a saber qué más. Golpe duro. Ayer jugamos de nuevo. Mejor armados, con un par de pibes de punta y los demás avisados de sostener una marca férrea. Lo conseguimos, estuvimos abajo en el marcador, empatamos, lo sostuvimos, volvimos a estar abajo y lo emparejamos. Sobre el final, se armó de nuevo esa brecha, nos metieron un gol boludo y al salir a buscarlo nos metieron más.

La sensaciones respecto de una semana atrás fueron distintas. No me fui tan caliente, o no tanto como para no poder escribir. La semana pasada era impotencia, el deseo de una patada criminal –o varias- que hicieran justicia. Pensaba también que cuando se dan esas goleadas son útiles las provocaciones de los vencedores, ya que te permiten enojarte y en un par de manos, olvidar toda la bronca futbolística de un resultado de mierda –afortunados los goleados violentos!!-

Siguiendo con la autoayuda, creo que el fin de esa práctica es muchas veces "conocerse a uno mismo". Bueno, cuando uno mejor se conoce es en la adversidad, incluso cuando no puede superarla. El fútbol es, al respecto, terminante.

Terminaré con una palabra, propia de Charles Bronson, y por lo tanto muy falsa y algo verdadera. REVANCHA. El fútbol, y la vida, siempre te la permiten; tal vez en otra cancha u otro lugar. Pero todo gira o fluye –como diría la autoayuda-, dandonos otros partidos y otras circunstancias; por lo menos hasta que el Barba cierra con el pitido final.