miércoles, 6 de enero de 2010

La angustia

por Pechito Gontán

14 de Octubre de 2009.
Estadio Centenario - Montevideo - Republica Oriental del Uruguay.

Faltan unos minutos para el comienzo del partido, que se hacen eternos. Me acomodo en el sillón gastado del living, incapaz de controlar el miedo, intentando negar calculos pesimistas.
Mi mujer, Chicha, me prepara un vermouth en la cocina. Hace rato se mueve nerviosa, sin detenerse, por cada rincón de la casa.
Ahi voy!, me grita, justo cuando el referi llama a los capitanes al circulo central. Se que esta mintiendo, que no va a venir, que no se anima a enfrentarse a la TV, que tiene aun mas miedo que yo, lo cual ya es mucho decir.
Su miedo, el mio, y el de millones de inocentes víctimas frente a la misma imagen televisada, tiene cierto sustento: Argentina esta jugandose, en esos proximos noventa minutos, su verguenza de equipo grande. Todo puede pasar, los pronosticos ya no aplican, la teoria analizada por millones de tecnicos se esfuma, dejando paso al silencio mas absoluto. La multitud deja de opinar y espera agazapada.
El pasaje al mundial ahi nomas, y al mismo tiempo tan lejos.
Pitazo inicial, el fin de la razon.
A los diez minutos del primer tiempo, Chicha se me sienta al lado. Apoya el vaso en la mesa casi temblando, esquivandole la mirada a la pantalla.
El caos, la incertidumbre.
Palermo esta en el banco, pienso, sintiendome ridiculamente optimista, con cierta obstinacion bostera.
En silencio abrazo a mi mujer, que a esta altura es una bola de nervios silenciosa. Y ademas es hincha de Huracán. Ya sufrió demasiado este 2009, le va a hacer mal todo esto, pienso sin dejar de mirar la pantalla.
La camara se detiene, una vez mas, en el gesto desesperado del Diego, casi identico al que veo en la expresion de angustia de mi mujer.
Avanza Uruguay.
Bilardo asoma desde el túnel, desesperado.
No jugamos a nada.
Me aferro a la esperanza, comienzo a creer de nuevo en que existe un dios.
Chicha me aprieta el brazo con violencia.
La pelota se va al lateral. Saca Argentina.
"Calma, Chicha", le digo al oído a esta mujer desesperada.
Y ahi vamos.

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