
Por Pechito Gontán
Me empezó a interesar el futbol, de verdad, a partir de los 11 o 12 años, mas o menos.
Antes de esa edad, me acuerdo de lo mucho que me aburría sentarme con mi viejo a ver en la tele los noventa minutos que duraba cualquier partido. No entendía de que manera algo asi podía llegar a ser entretenido. Mucho menos la euforia o angustia demostrada por mi padre, según cual fuese el resultado del evento.
A esa edad todo cambiaba violentamente, claro.
Tanto como para que un año después, a los 13, ya me empiece a creer que me las sabia todas. Incluso en cuanto a cuestiones hasta el momento completamente desconocidas, como sexo, drogas, mujeres y, por supuesto, futbol; entre tantas otras.
El asunto es que, en ese momento, estaba listo para comerme al mundo. Para salir a prepotear lo que toque.
Tengo 14 años, es 1992, todo esta a punto de suceder.
Ese año me hice socio de Boca.
Ese año fui por primera vez a la cancha. Boca – SM de Tucuman, gol de Benetti y campeonato después de once años.
Ese año fuimos a un sauna del microcentro con diez amigos, y debute con una mujer exótica (?) llamada Namir.
Ese año fui uno de los mejores alumnos de mi curso, y me dieron un premio de cartulina por eso, en Diciembre.
Ese año fume porro por primera vez en mi vida.
Ese año me rompieron la nariz, también por primera vez, en una pelea despareja.
Ese año se murió mi mamá.
Ese año no entendí nada.
Ese año, en Septiembre, cumplí 15.
A partir de entonces, entre tantas cuestiones sin dudas tanto mas importantes reclamando mi atención, apareció el fútbol. Y un amor ridículo y absoluto por mi equipo.
Años de pasión. De gloria y sufrimiento, termeándola de local o visitante, de amor terrorista a la camiseta, de inocencia y negación absoluta de cualquier forma de sentido comun.
Aunque nada de eso haya alcanzado para terminar reconociendo el grosero negocio que sin dudas existe detrás de tan evidente farsa, siempre queda lugar para seguir creyendo. Se suprime cualquier forma de inteligencia, no cuesta nada. Un mal necesario, y hasta hoy aceptable.
Porque hasta hoy, en lo que a FUTBOL ARGENTINO respecta, venía creyéndome esto de que había ciertas cuestiones intocables. Que marcaban el limite de lo que realmente valía la pena respetar, aunque sea con el ultimo resto de justicia. Lineas que jamas tendrían que cruzarse, de repente se empiezan a correr.
Parece que no existe nada imposible de negociar. Por mas apestoso que resulte, todo tiene su precio.
Me dan ganas de no ver mas fútbol. De abandonar.
Y de volver a aquella inocencia de 1992.
Esto apesta, y no se como sigue.
Aunque el Domingo que viene, seguro vuelva a la Bombonera.