martes, 29 de junio de 2010

Banderas en mi corazón



Por el Mariscal Boldini

Disculpen el silencio; no había demasiado que decir y no quisimos llenar con letras lo que sentiamos ya dicho.

Ganamos con un primer gol regalo del arbitro y el segundo, regalo del defensor mexicano. El tercero fue un regalo de Tevez a todos nosotros.

Tuve la particularidad de ver el partido con la única persona de 40 millones que dijo sinceramente (y en el mismo instante en que sucedía la acción), que “si era un offside tan grosero prefería que no lo cobren, que no quería ganar así”. La estadistica dice que eso se da en una proporción de 1 cada 40 millones. Es un honor.

Después del partido tuve que ir a laburar. Por el camino cruzaba autos, bocinas, banderas y cornetas que nos invitaban a unírseles. A un tipo le toque bocina para que me dejara pasar y creyó que estaba festejando.

Entonces recordé a una periodista poco futbolera que después del partido contra Nigeria preguntaba como pidiendo instrucciones: ¿a partir de qué parte del mundial se puede salir desaforado a festejar? La mujer lo preguntaba viendo como los brasileros salian de Maluco Belleza y se dirigían en trencito carioca hacia Callao. El domingo yo también me hice esa pregunta. Estaba feliz, pero no lograba sentirme sinceramente eufórico.

No sé si fue la sensación final (por algún motivo pese a tener el partido liquidado nunca estuvimos cómodos: un par de bochas sacadas en la línea, la apatía de niño malcriado de Messi o que surgiesen valoraciones positivas alrededor del juego de Heinze); lo cierto es que no me salía el grito desaforado y sentía que los que festejaban sólo habían visto el marcador final borrando de su memoria las sensaciones de los 90 minutos. Ojo, estaba feliz, pero el Obelisco nunca estuvo en mi camino.

Lo que sí me pasó es que empecé a pensar inmediatamente en el próximo partido. Un partido muy distinto que festejaré como loco si tenemos la suerte de terminarlo con un gol más que ellos.

La sensaciones se acumulan, el análisis es cada vez más difícil (o imposible y mejor aún, inutil).

De una cosa estoy seguro, estas cosas a veces sirven para conocer a las personas (como al que no quería que cobren el gol o a los millones que se desataron); y otras veces sirven simplemente para fundirse y confundirse en un largo abrazo. Allí nos vemos.

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